Manual para atravesar el mes más intenso del año entre entregas apremiantes, correos enviados a última hora, compañeros excesivamente festivos y la eterna “reunión que pudo ser un mail… incluso en Navidad”.

Cada año sucede lo mismo: diciembre irrumpe con una mezcla de entusiasmo, cansancio y una sensación colectiva de urgencia que, mágicamente, convierte cualquier pendiente en una prioridad absoluta. Los objetivos del año deben cerrarse, los reportes deben actualizarse, los presupuestos deben consolidarse y las reuniones se multiplican, como si el calendario fuera a desaparecer el 1 de enero.

En paralelo, la oficina —física o remota— se convierte en un terreno emocionalmente complejo: personas agotadas, otras excesivamente entusiasmadas con los festejos, y una serie de pequeños rituales que marcan el fin de un ciclo. En ese contexto, Recursos Humanos y los equipos en general necesitan estrategias que mezclen profesionalismo y sentido del humor. Este artículo ofrece justamente eso: una guía para llegar a fin de año sin perder la calma, la perspectiva ni el criterio.

Las entregas imposibles: una tradición más antigua que el pan dulce

En diciembre, los plazos parecen acortarse sin explicación lógica. Proyectos que dormían desde julio reaparecen “para cerrar antes del 31”. Informes que nunca fueron urgentes ahora se solicitan “con la mayor celeridad”. Y propuestas que requieren semanas de análisis llegan con la frase más temida: “¿lo podrás tener hoy?”.

La recomendación central es entender que esta dinámica no es personal: es parte del ecosistema laboral del mes. Para gestionarlo, resulta útil priorizar tareas por impacto real, renegociar plazos cuando corresponde y, sobre todo, evitar caer en la trampa de querer hacerlo absolutamente todo. No es una prueba de heroísmo; es una cuestión de organización y claridad.

Los correos enviados a las 23:59: el verdadero deporte corporativo de fin de año

Si existe un símbolo del agotamiento decembrino, es el correo que llega cuando uno está a punto de cerrar la computadora. La bandeja de entrada se vuelve imprevisible: mensajes extensos, solicitudes de último momento, aprobaciones urgentes y comunicaciones que parecen provenir de un universo alternativo donde la gente trabaja de madrugada por elección.

La técnica más saludable consiste en establecer límites razonables, utilizar funciones de programación de envío y definir con el equipo criterios claros de disponibilidad. No se trata de ignorar responsabilidades, sino de evitar responder mensajes en horarios que fomenten una cultura laboral insostenible. Diciembre demanda flexibilidad, sí, pero también criterio.

El compañero hiperfestivo: alegría intensiva en temporada alta

En toda organización existe una persona cuya energía navideña supera cualquier métrica conocida. Es quien instala luces a principios de mes, coloca adornos temáticos por toda la oficina, propone actividades festivas a diario y comparte playlists interminables de villancicos.

Su entusiasmo puede ser contagioso o abrumador, según el estado emocional del resto. En un clima de alta demanda laboral, lo recomendable es aprovechar ese impulso positivo sin sentirse obligado a replicarlo. La diversidad de personalidades forma parte del tejido organizacional; convivir con distintos niveles de energía festiva es un ejercicio valioso de flexibilidad emocional.

La reunión que pudo ser un mail: una práctica que no descansa ni en Navidad

Pocas cosas generan tanta identificación en el entorno corporativo como la reunión innecesaria. En diciembre, esta práctica alcanza su punto máximo. Encuentros convocados sin agenda clara, reuniones que se extienden más de lo previsto o encuentros que podrían resumirse en tres párrafos bien escritos se vuelven moneda corriente.

La solución pasa por profesionalizar la organización del tiempo:
– definir agendas precisas
– establecer objetivos de reunión concretos
– asignar responsables de seguimiento
– y, cuando corresponda, sugerir alternativas asincrónicas más eficientes

A menudo, la frase “esto puede resolverse por escrito” no solo es cierta, sino beneficiosa para todos.

Mantener el humor: el recurso estratégico más subestimado

Aunque diciembre es exigente, también ofrece una oportunidad para reforzar la cohesión del equipo. Compartir desafíos con perspectiva humorística, reconocer las tensiones sin dramatizarlas y encontrar espacios breves para distenderse contribuye a atravesar el mes sin erosionar el clima laboral.

El sentido del humor, entendido como una herramienta de resiliencia, ayuda a prevenir tensiones innecesarias, alivia la presión y fomenta conversaciones más francas. No es un detalle menor: el bienestar emocional es un pilar de cualquier cultura organizacional sostenible.

Sobrevivir a diciembre es posible

Diciembre exige inteligencia emocional, comunicación clara y una dosis razonable de humor. No se trata de negar la presión ni minimizar los desafíos, sino de abordarlos con herramientas prácticas que permitan cerrar el año con profesionalismo y sin desgaste excesivo.

Sobrevivir al mes no es cuestión de magia navideña; es cuestión de gestión, organización y perspectiva. Y si algo queda claro, es que llegar a enero sin haber caído en el rol de “duende estresado” es un logro laboral tan relevante como cumplir cualquier KPI anual.

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